martes, 30 de abril de 2013

Infancia

Me desperté en esta habitación días atrás, todo esta oscuro. Las paredes tienen un lúgubre brillo azulado, mi única luz. No siento mis piernas, creo no verlas, pero aun así puedo moverme; mas bien desplazarme. No tengo brazos; tampoco los extraño. Pero lo peor es el hambre, dios, cuanto hambre tengo. No puedo pensar en nada mas.
Lo único que encuentro para alimentarme son unas insípidas esferas de luz blanca que están tiradas por el suelo. No tienen sabor, no sacian mi hambre, pero son mi único sustento, me mantienen despierto. Llevo semanas aquí, tratando de encontrar una salida, pero este es un laberinto eterno.

Al principio pensé que la soledad y en encierro me jugaban una mala pasada; al segundo día de estar aquí, una sombra parecía desvanecerse al limite de mi visión. Siguiendo esta sombra, fue que un día, creí ver ojos en la oscuridad, ojos que me miraban con interés. Los ignoré durante un tiempo, pero las sombras comenzaron a multiplicarse y los ojos se volvieron amenazantes.
Ya han pasado cuatro días desde que comencé a escapar de ellos, a la vuelta de cada esquina aparecen y se abalanzan sobre mi. Es como si supieran hacia donde voy. Cuanto mas rápido corro, mas rápido se acercan a mi. Me atormentan día y noche, aunque no se cuando es eso, ya que no hay luz aquí. Solo este color azul mortecino. Pero ayer dije "ya no mas".

Me quede inmóvil en una habitación. Esperando mi destino, sin importar ya por mi existencia. Los ojos se aceraron a mi desde cada rincón. Pude ver las fantasmales formas de mis captores entre la mortecina luz, acercandose lnetamente. Sus bocas se abrieron redondas y negras frente a mi, develando un vació sin fin dentro de los seres. Sus gélidas manos me abrazaron. Sentí como el frío de su toque ardía sobre mi piel, escuche gritos en la oscuridad, el vació comenzaba a rodearme, desesperación, caída, oscuridad, un llanto y luego silencio... total y perfecto.





Aquí estoy hoy, acabo de despertar en esta habitación, todo esta oscuro. Las paredes tienen un lúgubre brillo azulado. No siento mis piernas... y el hambre, dios, cuanto hambre tengo!.

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