miércoles, 11 de noviembre de 2015

Aunque llegues tarde



Fabián se acercó nervioso a la puerta doble de la iglesia, tomo aire, se acomodó el traje y la corbata, y luego de un ultimo vistazo a los anillos, entró al ala principal de la parroquia. Vio que todos estaban allí...

Esperaba ver miradas de desaprobación, o algo así; después de todo llegaba tarde a au propia boda. Pero por el contrario, todos sonreían al verlo, inclusive su suegra, que tantas veces había desacreditado a Fabián como un “buen partido” para su hija.
Caminó nervioso hacia el altar, al pasar vio a su tía Pilar, enjugándose lágrimas de orgullo y felicidad, era como su segunda madre, tenía un hermoso vestido verde agua con detalles en azul.
De pronto tuvo que pararse en seco; casi choca contra Martín, su mejor amigo y padrino de bodas. Había corrido desde el altar a su encuentro.- Toma negro.- le dijo al oído mientras ponía un clavel en la solapa del traje y le sacaba los anillos de la mano.- El estilo ante todo.- Una sonrisa cómplice voló entre ambos.
Apenas se movió de su paso, continuó su camino hacia el altar. Su vista recorrió la roja alfombra, los arreglos de lirios blancos con cinta de seda en cada banco, las cintas celestes del vestidito de su sobrinita de apenas tres meses, el traje azul de su hermano, su madre.
Al pasar junto a ella, le sonrió ampliamente y ella le respondió con los ojos llorosos y una sonrisa cargada de orgullo maternal. Y su viejo, siempre serio, siempre de pocas palabras y duras, lloraba como bebe y se abalanzó sobre el, en un abrazo cargado de emociones contenidas por años, todos estallaron en aplausos.

Pero éstos se apagaron cuando las puertas de la iglesia se abrieron y la marcha nupcial inundó el aire; en la entrada, Rebecca, esperaba tomada del brazo de su padre. Estaba radiante, Fabián la recorrió con la mirada totalmente embelezado por su esplendor.
Su vestido era blanco como la nieve, la tela de seda reflejaba vagamente la iluminación ambarina del ambiente, un detalle en hilos dorados nacía en su vientre y se elevaba en forma de enredadera hacia sus pechos, donde un discreto pero pronunciado escote cuadrado, adornaba sus senos con una hilera de pequeñas rosas doradas. En su cuello y descansando sobre su pecho, una gargantilla adornaba la mas bella cara que Fabián había visto jamás en su vida. Su pelo, cuidadosamente enrulado, caía suavemente sobre sus hombros, bañando de un rojo cobrizo su blanca piel. Y sus ojos, esas dos profundas lagunas azules que le quitaban el aliento cada mañana. Tan ocupado en sus ojos estaba que cuando se dio cuenta, ella estaba junto a el frente al altar y el cura lo llamaba.

Fabián.- otra vez.- Don Fabián.- El novio se dio vuelta y se encontró cara a cara con el cura.- Don Fabián.- dijo poniendo una mano en su hombro.- ¿Cuánto mas va a seguir así amigo.- tomo sus manos.- ya pasaron cuarenta años buen hombre, no sufra mas.

Fabián no respondió, solo se volteó, abatido y llorando, salio lentamente de la iglesia... y él y sus sesenta y cinco años se acomodaron en su lugar entre los cartones y las mantas junto a la escalinata.

“Ay mi amor, no importa si llegas tarde, te voy a esperar”...    

Sus ojos se cerraron mientras sus lágrimas se llevaban el recuerdo, la cordura.

lunes, 9 de noviembre de 2015